En ese mismo período —hablamos de principios de los años ochenta—, Filippo Marazzi inaugura el Crogiolo, un espacio de investigación y experimentación dedicado a arquitectos, diseñadores y artistas procedentes de todo el mundo. Es entonces cuando nacen los “Portfolio Marazzi”, en los que los primeros fotógrafos invitados —Luigi Ghirri, Cuchi White y Charles Traub— introducen la cerámica en sus respectivos ámbitos de investigación y realizan una serie de fotografías con un atractivo fascinante. Luigi Ghirri presenta su trabajo de la siguiente forma en el texto que acompaña su book: “La historia de la cerámica se remonta a los albores de los tiempos. Siempre ha sido un ‘objeto’ sobre el que descansan otros: los muebles, los gestos, las imágenes, las sombras de las personas que habitan aquellos espacios. Al realizar estas imágenes, he reflexionado sobre todo esto y he intentado reconstruir, con la ayuda de superficies de varios colores, mediante la superposición de objetos e imágenes, un espacio que, en lugar de ser el espacio físico y mensurable de una habitación, fuese la idea del espacio mental de un momento…”.
Las imágenes exhibidas en el Palazzo Ducale de Sassuolo, reunidas por primera vez en una sola exposición, son la narración de esta larga colaboración en la que Luigi Ghirri utiliza la cerámica para profundizar en temas que le interesaban en aquella época, especialmente los que reflexionaban sobre la función misma de la fotografía. Uno de los primeros puntos de contacto, posiblemente uno de los más evidentes, se observa en la transformación de la cerámica en una “cuadrícula”, un folio grande a cuadros que le permite reflexionar y preguntarse acerca de los temas de la representación a través de la miniaturización, los cambios de escala, las sombras, la presencia de objetos inesperados y la inversión del punto de vista. En una de sus clases para la Università del Progetto de Reggio Emilia, hablando sobre la transparencia, Ghirri les recuerda a sus estudiantes: “Ante todo, ¿qué es la transparencia de la fotografía? Es el cristal esmerilado cuadriculado en el que se mira […]. El cristal esmerilado de la cámara fotográfica se vuelve idéntico, en cierta medida, a la cuadrícula de una pizarra utilizada para aprender a escribir o dibujar”. Para Ghirri, la fotografía es una oportunidad constante de interrogar al mundo y esto se hace a través de algunos elementos recurrentes que actúan como activadores de nuestra experiencia visual y que se encuentran principalmente en los juegos, en la infancia y en el recuerdo. Y he aquí que aparece la sombra de una mano que sujeta un arcoíris de papel en una foto que se mueve entre dos dimensiones espaciales y temporales diferentes; a esto se añaden las alusiones directas a la infancia y al aprendizaje, mediante la presencia del ábaco, los lápices de colores y la pelota, mientras que una muñeca de papel apoyada delicadamente sobre la cerámica se proyecta hacia el interior de un paisaje real.
A su vez, la visión a través de la cuadrícula remite a los aparatos de proyección, de dibujo y de representación —desde la cámara oscura hasta la cámara de fotos— que forman la base de nuestra percepción del mundo y el espacio. Ghirri introduce el material cerámico con coherencia en una serie de imágenes que hacen referencia a los sistemas de proporción y organización del espacio, ahondando en el tema de la percepción colectiva y compartida. Nace así un grupo de imágenes que remiten a la arquitectura de las ciudades ideales del s. XV, en las que Ghirri se pregunta por la relación entre aquellos sistemas de visión y la forma en que el ser humano ha plasmado el espacio y el territorio, y resalta el vínculo especial que existe entre la representación del paisaje y el paisaje propiamente dicho, uno de los eternos temas centrales de su investigación.
De la construcción del espacio se pasa, en otro grupo de imágenes donde predomina el blanco, a la reflexión sobre el carácter ilusorio del espacio mismo. La cerámica envuelve las paredes y el suelo en una secuencia de fotos en que el lugar retratado adquiere un valor enigmático y misterioso: un conjunto de reflejos, espejos, combinaciones y entramados lo transforma en una especie de laberinto. Para Ghirri, ninguna imagen es directa, inmediata, sino que casi siempre ocultan un sistema de figuras —algunas reflejadas, otras veladas o resaltadas por las sombras, o que nacen al desplazar un detalle a otro entorno—, como en las dos naturalezas muertas en las que una se convierte en el doble, equívoco y ambiguo, de la otra. Algo parecido ocurre en la imagen en la que un espejo refleja una parte ausente del paisaje y que casi encuentra su contrapunto en otra foto donde una rosa —real, en este caso— emerge de un fondo artificial de cerámica.
En sus diez años de colaboración con Marazzi, Ghirri tuvo ocasión de profundizar en muchas de las investigaciones relativas a la percepción y la representación que, junto con la presencia de un rico aparato teórico, lo convirtieron al cabo de algunos años en uno de los fotógrafos contemporáneos más influyentes. Para Marazzi realizó un corpus de obras coherentes en las que siempre está presente su mirada irónica y delicada para “revelarnos algo que pertenece al orden de lo mágico, lo maravilloso, un estupor deliciosamente borgiano, en que una vaga sensación de improbabilidad se adueña de todo lo que vemos y aflora una leve incertidumbre a propósito de lo que es verdad y lo que es falso” (Georges Perec, L’oeil ébloui, 1981).