«Llamo a nuestro mundo Flatlandia, no porque así lo llamemos nosotros, sino para hacer más clara su naturaleza a vosotros, oh lectores afortunados, que tenéis la suerte de habitar en el Espacio». Este es el inicio de Flatlandia, relato fantástico de múltiples dimensiones, un libro extraño y misterioso, escrito por el reverendo inglés Edwin Abbott Abbott y publicado por primera vez en 1884. Ambientado en un universo de solo dos dimensiones, la longitud y la anchura, es el relato autobiográfico de un cuadrado que toma conciencia de la existencia del espacio tridimensional y queda deslumbrado por ello.
También el volumen que tienen entre las manos tiene como protagonista una superficie plana y cuadrada: la baldosa. En las primeras décadas del siglo XX, este objeto modular, perfecto para la producción en serie, vivió una etapa gloriosa. Basta con contemplar las fotografías tomadas en el interior de las fábricas Marazzi: obreros con mono de trabajo supervisan filas de piezas que entran en un túnel de láminas y salen cocidas, listas para ser pintadas. Una vez empaquetadas, su destino es acabar en los baños y cocinas de los italianos, para hacerlos más higiénicos y habitables. La baldosa, en esas décadas, es una alegoría de la lógica empresarial, orientada al pensamiento racional y a la búsqueda de la eficiencia.
Transcurre algún tiempo, sin embargo, y ese elemento aparentemente modesto y previsible comienza a evolucionar en direcciones inesperadas. Primero se colorea, gracias a los suelos “pintados” a mano por el pintor y ceramista Venerio Martini; luego suaviza los ángulos rectos para modular su forma geométrica. Son los años sesenta, la época dorada del diseño italiano. Mientras Achille y Pier Giacomo Castiglioni diseñan la lámpara Arco para Flos y Anna Castelli Ferrieri crea los muebles Componibili para Kartell, Gio Ponti y Alberto Rosselli desarrollan para Marazzi la famosa baldosa Triennale “cuatro veces curva”, como queriendo decir que la baldosa debe tener el valor de dejarse moldear por los trazos sinuosos de la creatividad y la intuición para captar los deseos de las personas.
En los años siguientes, Marazzi confía en creativos que transforman la baldosa en un objeto significativo, recorrido por motivos decorativos que trascienden sus límites, conectando el módulo individual con la pared en un gesto sintético habitualmente reservado a las obras de arte. Simultáneamente, se esfuerza por hacer cada vez más eficiente su cadena de producción: patenta la monococción, un proceso que reduce considerablemente los tiempos de fabricación, crea maquinaria capaz de producir baldosas de gran formato y desarrolla técnicas innovadoras para fijar el color. Es la cuadratura del círculo, el momento en que forma y función confluyen en un único y gran proyecto innovador, que a su vez se traduce en un enorme éxito internacional.
La baldosa de este periodo es ya muy distinta de los polígonos que habitan el universo de Flatlandia, donde la revolución del color fue brutalmente reprimida y “la máxima longitud o anchura de un habitante […] puede calcularse aproximadamente en veintiocho de vuestros centímetros”. Ella también, sin embargo, al igual que el cuadrado del libro de Abbott, está a punto de adquirir una conciencia que la llevará a contemplar el mundo desde una perspectiva nueva. Desde los años 90, gracias a una constante investigación orientada a la innovación técnica y formal, los productos Marazzi se apropian de todo el espacio arquitectónico, incluidas las fachadas exteriores de los edificios, los pavimentos elevados y los revestimientos de los mobiliarios tanto privados como públicos.
Mientras que otros objetos de diseño son protagonistas dentro del hogar, la baldosa Marazzi asume un papel distinto. Se convierte en punto de encuentro entre la arquitectura y el diseño de interiores, una membrana que permite que la envoltura constructiva respire y se conecte con el espacio doméstico, numen tutelar de la casa y de quienes la habitan. Escribe el filósofo Emanuele Coccia que «cada casa debería ser, en el fondo, la estructura que permite a una vida vivir a través de otra: no un sobre de vidrio, acero y cemento que nos separa del resto del mundo, ni el escaparate de geometría variable que nos permite hacer visible, sobre todo a nosotros mismos, nuestro yo, sino el ejercicio a la vez psíquico y material de iniciación recíproca entre las vidas». Es el concepto de human design, que expresa la voluntad de Marazzi de interpretar el diseño como un instrumento al servicio del proyecto supremo: mejorar la vida y las relaciones entre las personas.
Para celebrar los 90 años de Marazzi, partimos de esta idea de baldosa. Unidad variable de una superficie envolvente y polisémica bajo la cual nos refugiamos para comer, dormir, lavarnos, vestirnos y desvestirnos, leer, escribir, dibujar, tocar y escuchar música, estar en silencio, reír y llorar, discutir a veces, trabajar, amar. La hemos levantado para descubrir qué se oculta debajo, dentro y alrededor, con la ayuda de los archivos de la empresa y las impresiones de un grupo heterogéneo de diseñadores, a quienes hemos pedido que nos narren la casa, qué significa para ellos y cómo imaginan que evolucionará en el futuro. Porque si en Flatlandia el descubrimiento de la tercera dimensión lleva al protagonista a imaginar vertiginosamente una cuarta, también para Marazzi la exploración del espacio arquitectónico es un recorrido proyectual sin fin, que permitirá a la baldosa seguir evolucionando.
Una última nota. No es casualidad que los contenidos que narran la empresa y aquellos dedicados al hogar dialoguen libremente en el interior de este volumen. El hogar, en definitiva, es el lugar por excelencia donde la baldosa expresa su verdadera vocación. Recorrer la historia de Marazzi significa observar la evolución de este producto extraordinario, siguiendo entre las juntas la esencia misma del habitar.
Texto de Cosimo Bizzarri
Cosimo Bizzarri es un escritor, editor y profesor italiano que trabaja en la intersección entre el periodismo, el diseño y la narrativa. Fue editor ejecutivo de la revista COLORS y dirigió el departamento de escritura creativa en Fabrica, el centro de investigación en comunicación del Grupo Benetton. Actualmente enseña storytelling en el programa MADE en Siracusa.