“Ante todo, una consideración inicial: no cabe duda de que hay ejemplos virtuosos, empresas que invierten muchos recursos en la investigación de nuevos materiales y procesos que tengan un impacto mínimo. Pero si pensamos en el sector en general…
El problema medioambiental no es ninguna novedad, como tampoco lo es, tal vez, una mentira que solemos contarnos. Empecemos diciendo una verdad: construir un edificio no es una acción ecológica. Es una transformación de materias que extraemos del planeta, la única fuente de la que disponemos. Deberíamos afrontar los problemas teniendo en cuenta que, por lo que respecta a la contaminación, no se trata tanto de la capacidad de los edificios de absorber el CO2 como de no producirlo. Y, a partir de ahí, hacer valoraciones muy concretas de cara al futuro. Pero antes de pensar en un futuro tecnológico para los edificios, mejor sería mirar a aquel pasado de milenios en el que la humanidad construía sin energía, utilizando los recursos que tenía a disposición y respetando los ciclos de regeneración de la naturaleza.
No es una mirada nostálgica, sino una nueva forma de ver el pasado que nos ayuda a darnos cuenta de que nos hemos desacostumbrado a dialogar con el clima, convencidos de que la evolución concernía solo a la tecnología. Sin embargo, ese diálogo requería todo un conjunto de conocimientos y capacidades proyectivas.
Durante siglos se construyeron edificios que, por una parte, representaban la capacidad de empatizar con los lugares desde el punto de vista climático y cultural, y, por otra, ofrecían una amplia variedad de soluciones estéticas que al mismo tiempo eran útiles para el medio ambiente (una forma de oportunismo necesario).
La simplificación tecnológica ha reducido significativamente nuestro conocimiento del clima y ha creado edificios totalmente ajenos a su entorno.
En mi opinión, tenemos que volver a establecer una relación empática con la naturaleza, el clima y el territorio, y replantearnos el sector de forma diferente. Se trata, sobre todo, de una cuestión cultural, de una cultura que sin embargo hoy día aún no está bien desarrollada si el objetivo es el de proyectar con una mirada atenta a las cuestiones medioambientales. Sin esto, el tema de la arquitectura sostenible corre el peligro de convertirse en un eslogan y de ser relegado a mera cuestión estética. No podemos demandarle a la naturaleza lo que debería ser prerrogativa nuestra: el binomio naturaleza-arquitectura no puede ser una especie de fórmula mágica. Urge una drástica reducción de los consumos y una sensible reducción de la demanda. Y a partir de aquí implantar una arquitectura que emplee materiales más inteligentes, híbridos, con gran parte de material natural y de menor impacto. Entre estos se encuentra, sin duda, la cerámica. Pero quiero recordar también el sistema de construcción de casa TECLA —desarrollado por MCA en colaboración con WASP– que, realizado con tierra impresa en 3D, ha sido un ejemplo paradigmático. Una arquitectura que deberá desarrollar formas que permitan reducir los consumos: como la sede de ARPAE en Ferrara. Este edificio, de madera por entero, no requiere –para ser construido– la cantidad de energía que requeriría un edificio equivalente: solo su forma, su arquitectura, ya comporta una reducción del 40 % de los consumos. Para mí, ahí está el reto.”
Ph. Giovanni De Sandre