Las razones nos las explican las neurociencias. El cerebro humano siempre ha preferido las estructuras al aire libre o, dicho de manera más precisa, nada mejor que las estructuras exteriores, de protección, para equilibrar los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro humano
Este es uno de los interesantes resultados que arroja la nueva investigación neurocientífica “Design for Well-being” nacida de la colaboración plurianual entre Pratic y el equipo del profesor Stefano Calabrese de la universidad IULM y de la Universidad de Módena y Reggio Emilia.
“Si se observa el mundo del diseño contemporáneo – desde la arquitectura hasta el interiorismo y hasta el diseño de objetos – se tiende a pensar que la actividad creativa es regida por el analítico hemisferio izquierdo de nuestro cerebro, que tiene cierta vocación por lo útil, lo práctico, lo funcional”, explica Stefano Calabrese. “Sin embargo, si se examina el conjunto del cerebro, considerando sus dos hemisferios, se puede escribir una neurohistoria de la capacidad proyectiva humana, en la que todo —la producción de objetos, del lenguaje, de ordenamientos sociales, de formatos estéticos— es el resultado de una competición entre los dos hemisferios, el derecho y el izquierdo; una competición que se desarrolla a través de formas, colores, composiciones arquitectónicas”.
La estrecha conexión entre las características de la parte izquierda del cerebro y los aspectos sobresalientes de la modernidad occidental pone de manifiesto un mecanismo en el que la tecnología tiende a reducir el significado del contexto socioambiental, la dimensión física y emocional de la vida, la que le permite al hemisferio derecho colocar los datos informativos procesados por el izquierdo —precisos pero fragmentarios— en un cuadro único.
Un redescubierto papel del hemisferio derecho se muestra evidente sobre todo en la nueva atención que la actividad proyectiva presta a los contextos, a la ecosostenibilidad.
En este nuevo escenario, la aplicación de las neurociencias a la arquitectura resulta fundamental, al estar cada vez más interesados los proyectistas en la realización de edificios con características orientadas a facilitar el bienestar de quienes los habitan.
“Recientes experimentaciones neurocientíficas demuestran que los mecanismos visuales y espaciales panorámicos y contextualizadores del hemisferio derecho son sensibles a estímulos lineales horizontales y a las coordenadas específicas del ambiente —abierto o cerrado, curvilíneo o rectilíneo— influenciando la sensación de placer y la valoración emocional, desde los estados de sorpresa a los de miedo y defensa”, prosigue el profesor Calabrese. “Mediante el hemisferio derecho también se detecta el grado de posibilidades visuales con respecto a un espacio: si un espacio es abierto y permite ver hasta lejos, gustará mucho, porque nos hará sentirnos seguros en el contexto ambiental y ver el paisaje de nuestro alrededor sin ser vistos.
Al contrario, los mecanismos visuales y motores focales y detalladores del hemisferio izquierdo procesan los rasgos lineales verticales, los puntos de referencia ambientales (hitos sobre el terreno) y determinan las relaciones espaciales abstractas y categoriales, como la mayor o menor altura de un local, valorando el denominado confort motor: el espacio se nos antoja más bonito y seguro si nos ofrece la posibilidad de acercarnos o alejarnos rápidamente del mismo”.
De la investigación neurocientífica “Design for Well-being” publicada en junio se extrae que lo agradable de los espacios depende de la impresión de inclusión que estos creen, de la capacidad que tengan de acogernos en su interior.
Más allá de las posibilidades motora y perceptiva de un espacio, es decir, más allá de las posibilidades que nos brinde de movernos libremente y de poder dominar con la mirada el hábitat circunstante.
Una pérgola, una estructura protectora, ofrece a un tiempo apertura y cobijo confirmando que el placer estético generado por un ámbito deriva del hecho de que lo vivamos como satisfactorio y como garantía para el cumplimiento de nuestras necesidades primarias.
Una vez más, es el alcance visual el que permite, en términos evolucionistas, la supervivencia, al ofrecerle al individuo la posibilidad de ver lejos, de esconderse, de identificar las amenazas y, si es el caso, de efectuar maniobras de aproximación y de defensa.
Stefano Calabrese
Stefano Calabrese enseña comunicación narrativa en la Universidad de Módena y Reggio Emilia, semiótica en el IULM y NeuroHumanities en la Universidad Suor Orsola Benincasa de Nápoles. Junto con su grupo de investigación aplica las metodologías neurocientíficas a ámbitos tradicionalmente humanistas y dirige un curso de perfeccionamiento en “Narrative Medicine”. Ha publicado "Anatomia del bestseller" (Laterza, 2015), "Manuale di comunicazione narrativa" (Pearson, 2019), "Destra e sinistra al tempo delle neuroscienze" (Mimesis, 2020).
https://www.iulm.it/it/iulm/ateneo/docenti-e-collaboratori/calabrese-stefano
Photo Courtesy: Practic