Design

El cuarto dedicado al cuerpo

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Cuarto de baño: con el gres, evolución entre diseño e industria - 1

Hay un espacio del hogar que en los últimos sesenta años ha experimentado una transformación extraordinaria por lo que respecta a su sentido, su imagen, su papel. Hablamos del cuarto de baño.

De ser un local técnico (término algo simplista, pero apropiado) al servicio de la higiene, ha pasado a ser un espacio de bienestar y una exhibición del estilo de vida personal.

Entre estos dos extremos de su trayectoria evolutiva, se han sucedido cambios en los comportamientos, adquisiciones culturales, transformaciones en los gustos, paradigmas estéticos, códigos semánticos.

De hecho, paralelamente a la historia italiana de la sociedad y las costumbres, se ha desarrollado la historia de la industria y el diseño. Un breve repaso de este recorrido nos ayudará a comprender el presente, a través del observatorio original de la evolución del mundo del baño y de su material principal: la cerámica.

 

A partir de los años sesenta, este espacio va perdiendo la connotación “de servicio” al tiempo que adquiere una nueva posición en la jerarquía de los espacios domésticos; aunque es una habitación privada, dedicada a la higiene, tiene derecho a ser mostrada a los invitados.

Es fundamental, en este momento, el (nuevo) papel del arquitecto-diseñador. Basta pensar en la figura de Gio Ponti y en el peso que tuvo en la industria de la cerámica sanitaria y de revestimiento.

Actualmente los sanitarios los podemos entender como obras escultóricas, los azulejos como auténticos elementos de interiorismo.

 

Los años setenta son testigos de importantes avances técnicos (Marazzi patenta la monococción y propone el primer formato ‘grande’ de 60 × 60 cm) y de una gran experimentación estética, sobre todo cromática, que raya en la psicodelia.

La alta moda empieza a migrar hacia las superficies cerámicas. Este connubio se consagra en la década siguiente, cuando el baño se convierte en un espacio destinado de forma explícita a la salud y la belleza, un lugar donde satisfacer las expectativas narcisistas del individuo.

La afirmación del culto de la imagen cambia asimismo el lenguaje de la comunicación del producto: renombrados fotógrafos firman campañas publicitarias para las principales marcas del sector, que también recurren a la contribución creativa de artistas.

El proyecto del baño, con la complicidad de la revolución Starck, experimenta una fase de desestructuración con los primeros lavabos independientes, que desagregan las funciones del mueble componible y el concepto de serie a favor de las piezas únicas.

Triunfa la tecnología al servicio del bienestar, y la bañera de hidromasaje se convierte en un símbolo de estatus; entretanto, el plástico, el metal y las resinas empiezan a minar el monopolio de la cerámica.

 

En los años noventa se produce otro viraje conceptual.

Junto a la higiene corporal, surge el principio de la higiene mental: en el cuarto de baño entra el componente psicológico de su uso, a lo que se añade una nueva atención por la ecología, los materiales naturales y el minimalismo formal.

 

Con el nuevo milenio vuelven a cambiar las relaciones jerárquicas establecidas entre los diferentes espacios del hogar.

El baño empieza a ponerse en relación con el resto de la casa de forma diferente, más fluida, a medio camino entre el individualismo y la microsocialidad: se convierte en un gimnasio, un centro de belleza privado, o bien en una biblioteca, en un salón con una bañera escultural situada en el centro de la habitación que sustituye metafóricamente el sofá. Un lugar donde vivir, en definitiva.

Gracias a la extraordinaria aceleración que se ha producido en la investigación y la innovación tecnológica durante los dos últimos decenios, ahora es posible dar vida a cualquier antojo proyectivo.

El gres porcelánico amplifica, incluso en términos de sostenibilidad, las prestaciones de una cerámica que explora los grosores mínimos y los formatos extragrandes con los que nunca se había atrevido hasta ahora. La decoración ya no es solo un factor de diseño superficial, sino también de expresividad tridimensional y de texturas. Mediante la impresión digital, la cerámica adquiere la camaleónica capacidad de asimilarse a cualquier apariencia matérica, con un enfoque hiperrealista o de (re)invención de la naturaleza misma.

 

Por eso, en la actualidad el cuarto de baño representa la suma de todo lo ocurrido con anterioridad, tal como hemos descrito más arriba; es un terreno de expresión, en ocasiones simultánea, de referencias culturales, comportamientos sociales y actitudes habitacionales muy diferentes entre sí. Al desmarcarse de los vínculos técnicos (productivos, dimensionales, mecánicos, de duración, de mantenimiento), se relativizan los códigos estéticos entendidos como reflejo del estilo de vida personal en un horizonte de máxima personalización. El resultado es la existencia concurrente de tendencias que incluso pueden llegar a oponerse. Imagen coordinada o desestructuración, ostentación o intimismo, exuberancia decorativa o minimalismo, mediterraneidad (mayólicas, baldosas hidráulicas) o purismo nórdico (madera, colores neutros), natural o artificial, tecnología o artesanía, nostalgia o vanguardia.

Otro elemento distintivo de lo contemporáneo es la inédita visión experiencial del mundo del baño. Si bien, en tiempos, la referencia proyectiva era el arquetipo de la salle de bain burguesa, ahora el modelo son los spas (lugar hedónico de regeneración para el cuerpo y la mente) o los hoteles boutique / de diseño (una experiencia relajante que se sitúa fuera de la cotidianidad, bajo el signo del lujo extemporáneo). Nuevas escenografías públicas del bienestar que incorporamos en nuestro hogar, colocando el concepto del “yo” en el centro.