El escenario de nuestra cotidianidad

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El escenario de nuestra cotidianidad

Motivado tanto por exigencias económicas como por cambios socioculturales, estéticos y funcionales, el uso compartido de los espacios domésticos se ha convertido en una tendencia

Para entender cómo hemos estrechado y luego ensanchado la trama de los espacios domésticos a lo largo del tiempo, nos vienen en ayuda las imágenes sugeridas por el cine, la literatura y las revistas especializadas: son escenografías de inspiración y aspiración, teselas que registran o incluso adelantan el mosaico de los cambios culturales y estéticos que forman nuestra sociedad.
En la arquitectura de interiores, la cocina —junto con el baño— es el ambiente que mejor refleja estas transformaciones, el papel tornasol de los cambios sociales y económicos que han tenido lugar durante los últimos cincuenta años.

A pesar de haber sido relegada durante mucho tiempo a un papel de simple zona de servicio y ubicada a menudo en espacios estrechos o en los sótanos de los grandes edificios, siempre ha conservado la función emotiva de la autenticidad, de la fuerza vital; ha sido un lugar de acogida y de reunión, cálido y maternal, cargado de un significado relacional simbólico.
En su continua innovación, la disposición de los interiores recientemente ha adoptado un nuevo lenguaje que expresa su preferencia por el concepto Living Kitchen, es decir, una zona de día dinámica y abierta en la que los dos ambientes —la cocina y el salón— se fusionan, conviven y se integran perfectamente en el centro del espacio doméstico, con soluciones tan equilibradas como variadas, diseñadas para generar una sensación de mayor libertad desde el punto de vista psicológico y una impresión de espacialidad aumentada desde una perspectiva visual. 

Esta tendencia a crear un espacio único, grande y multifuncional —que indudablemente surge de la gentrificación y la consiguiente reducción del tamaño de los pisos, a causa del coste notable de los edificios, especialmente en las grandes urbes— es fruto de la necesidad de espacios habitables fluidos, un concepto que ya estaba difundido y que se ha acentuado aún más a raíz de la permanencia forzada en casa durante la pandemia causada por la covid. Tanto en la cocina como en el salón, se trabaja, se navega, se juega, se come, se hace ejercicio y, sobre todo, se comparte. Para ser hygge, esto es, ser feliz y sentirse satisfecho en la vida diaria —según el ya famoso término danés— es necesario concentrarse en las pequeñas cosas simples del día a día y compartir estos placeres con los demás; por ejemplo, amasar pan o hacer una tarta. En la era del sharing, que se plantea renovar el concepto cada vez más obsoleto de la propiedad, ¿por qué, además del coche o la bicicleta, no compartimos el espacio donde preparamos y consumimos la comida? 

Compartir sí, pero con un poco de ego, mostrando y demostrando nuestras capacidades culinarias. Así, la preparación de la comida hace que nos sintamos grandes cocineros al menos durante una hora (gracias también a la web, que nos proporciona tutoriales y aplicaciones con las que resolver cualquier desaguisado) y se convierte en una representación teatral ante un público de familiares o amigos que nos observan y hacen comentarios mientras permanecen cómodamente sentados en el sofá. Al fin y al cabo, los medios de comunicación nos han acostumbrado a esta espectacularización con sus concursos de talentos culinarios, de forma que el elemento central de la isla de cocina se convierte en un altar profano en el que se realiza el proceso de transformación.    

Por su parte, la industria manufacturera, que es muy reactiva y se adapta inmediatamente a las nuevas exigencias, ha producido materiales inéditos, sistemas modulares híbridos, desagregables, componibles y extremadamente personalizables, tan sofisticados y versátiles que pueden utilizarse como elementos de transición entre un ambiente y otro. En tendencias prácticamente inagotables, cada uno de los elementos que forman el salón y la cocina ha sido diseñado para hallar la configuración que mejor responde a las exigencias personales. Las cocinas son infraestructuras superequipadas. Los electrodomésticos, cada vez más tecnológicos, se controlan a distancia y se ocultan detrás de las puertas de los muebles de la sala de estar o bien se dejan a la vista, imperceptibles por su finura y elegancia. Incluso pueden ser elementos móviles y libres de vínculos técnicos, que lo mismo funcionan sobre la encimera de la cocina como en una mesita al lado de una butaca.

La investigación en el ámbito de los materiales contribuye muchísimo a la unificación de los espacios. Las nuevas superficies cerámicas, innovadoras y dotadas de una estética impecable, crean ambientes con gran personalidad que se caracterizan por colores y motivos gráficos fascinantes. También recuperan y actualizan sugestiones de la memoria y la tradición y, gracias a la impresión digital y los procesos de producción cada vez más avanzados, reproducen la madera, el mármol y las piedras más raras con una definición extraordinaria, en placas de gran tamaño y de grosor muy reducido, lo que permite obtener un sorprendente efecto de continuidad en el ambiente doméstico. A esto se añade la practicidad y la facilidad de mantenimiento del gres, que elimina las limitaciones impuestas por los materiales naturales.
Esta simplificación es un elemento fundamental para dar otro paso más hacia nuestro estado personal de hygge en la vertiginosa vida diaria.